Historia mínima de Anorí (cuento de madrugada a dos mentes)

Sin saber que le esperaba Juliana salió de madrugada, inspirada por la conversación que había tenido con Francis. Pero se interrogaba, sus pensamientos no concluirán, frases a medias que la perseguían, la inquietaban. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Podría dejar atrás sus miedos y emprender la odisea que desde hace tiempo planeaba?. Francis creía que tal vez no. Un cuerpo tan débil, una mente tan saturada y un sueño tan inestable. ¿Quién podría ganarle a la nada?. No tenía la fuerza, ni la energía. Tanto la inquietaba esto mientras caminaba por Manrique, que no se dio cuenta que ya había salido el sol, mala noticia, la oscuridad no sería su amiga. Tenía miedo a la luz. Ese temor a reconocer sus posibilidades era lo que la impulsaba a divagar en la oscuridad. En ese momento se preguntó dónde estaría Francis.

Francis abordo el bus que lo llevaría a encontrarse con su destino, hacía dos horas que se había despedido de Juliana... - ¿ya pagó joven?, Pregunto el conductor, Francis no escucho, -¿ya pago joven?, Volvió a preguntar enojado el conductor, mientras se atravesaba en la puerta.

Francis estaba absorto posterior a la conversación, no podía pensar, no podría decidir un camino, un color, un símbolo. Estaba perdido. Se levantó de su asiento y mecánicamente puso unas monedas en la palma de la mano del conductor, mientras este arrancaba y lo arrojaba con fuerza al fondo del vehículo.

Cayó sobre una señora regordeta y blanca, muy blanca, le recordó a su profesora de biología del colegio, No supo si disculparse o no, reía a carcajadas y los pasajeros también. Un accidente y su torpeza le habían dispersado los pensamientos, - pensó - los momentos de felicidad dependen de los sucesos más simples de la existencia.

En la terminal Juliana esperaba sentada su bus, tomaba café para  posar de tranquila, sentía que todos podían leer su mente, -maldito seas Francis, pensó, aún no sabía si lo odiaba con el corazón o lo amaba hasta la muerte.

Mientras tanto Francis pensaba lo mismo, sus pensamientos eran recurrentes, Juliana lo perseguía en cada intento de olvidarla, ¿quería alcanzarla o abandonarla?  La imagino una vez más, con la taza de café que sabía que ella dejaba enfriar entre sorbos.

Ese día hizo calor, mucho calor en Medellín, dos almas partieron, nadie los extraño, nadie los esperaba, excepto su destino. Ellos sabían que deseaban estar juntos y contra todo pronóstico se arriesgaron. No sé puede detener al destino.

Francis esperaba en la banca, frente al billar dónde nadie jugaba nunca, hacía tres días había llegado de Medellín y Juliana no llegaba, era la segunda vez que acudía a la cita, en lugar y a la hora acordada. Sentía incertidumbre, no entendía porque nunca llegaba. Pero esa noche, la noche en que ya no sentía ninguna esperanza,  ella apareció. - hola dijo Francis - Hola respondió Juliana, con calculada frialdad -pense que te arrepentías de venir, llevo esperando dos días -tuve que regresar a despedirme de mamá, Francis no le creyó, igual pensó que lo mejor era empezar el último tramo de la travesía, no dijo nada. ”Hola" - pensó Francis - desaparece dos días y sólo dice "Hola", como si nada pasará, como si no me hiciera daño. En que estaba pensando.

Francis y Juliana tomaron camino veredal, el único billar dónde nadie jugaba en Anorí estaba por cerrar, era el 5 de agosto de 1973, dos días después el coronel Hurtado Vallejo montaría su base de operaciones en el pueblo. FIN

 


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